CAMBIO DE EQUIPO

 

Comenzamos otra vez más la ardua pero necesaria tarea de pretemporada de hacer las fichas a los jugadores. Un trabajo callado que, nadie ve.
Ahora, con el nuevo sistema "FENIX" la tarea se hace más llevadera porque puedes hacerla a ratos y a cualquier hora del día (o de la noche). Entras a la página, compras las fichas, las rellenas y las imprimes para que sean firmadas por los padres... y ahí comienzan los problemas.
Al problema ya sabido de las vacaciones estivales a las que todos tenemos derecho hay que añadir otro que normalmente no esperas: los buitres.
Existe un problema añadido a todo lo que es meramente futbolístico en los equipos de base más humildes, que son aquellos personajillos que se dedican a ofrecer sus “grandes equipos” a aquellos padres cuyos hijos han destacado el anterior año prometiéndoles que en su equipo se van a formar mejor, van a estar mejor tratados y van a tener más posibilidades de llegar a ser profesionales. Como si eso fuera verdad.
Se nutren del esfuerzo de unos entrenadores que, desde pequeños, han tenido a esos niños. Les han enseñado desde atarse las botas, a comportarse en un campo (y en la calle) y todo lo que hasta el momento saben de fútbol, a través de promesas que prácticamente casi nunca se cumplen de jugar como profesionales.
Eso sí, para jugar en sus clubs hay que pagar unas cuotas que en el mejor de los casos pueden suponer al menos la mitad del sueldo de un mes, con el esfuerzo que eso supone a una familia, pero claro por un hijo se comen piedras si hace falta.
Luego llegan los primeros desengaños. No juegan en el primer equipo, ni en el segundo muchas veces si no en el “C” o en el “D” pero “… como es de primer año necesita adaptarse. Luego ya subirá”. Eso sí, la cuota es la misma para todos (muchas veces mentira).
El niño sufre cuando es relegado al banquillo del equipo al que con ilusión ha llegado y ve como el equipo contrario, aquel en el que había estado hasta ese año, jugaba ese fin de semana contra ellos. Bueno, contra ellos no, contra el equipo en el que su padre le había apuntado. Él no se considera del equipo ya que no juega. Luego, la siguiente semana, un viaje de 400 kilómetros para jugar… nada. Y así semana tras semana.
Termina la temporada y son muchos a los que a principio de temporada habían prometido que iban a ser figuras y que ahora no quieren seguir. No les “llama el fútbol” aunque hasta ese año les encantaba. Los padres, a los que su ego no les permite volver al equipo al que, muchas veces por la puerta de atrás, dejaron en la estacada a principio de año, deciden que “lo de mi hijo no es el fútbol así que lo deja”. Y ese equipo al que fueron con falsas promesas de profesionalismo ya no está interesado en el jugador y “le hace el favor de dejarle ir gratis”.
Así, año tras año, muchos niños por culpa de la mala praxis de algunos “buitres” se pierden no solo para ese equipo donde se iniciaron y en el que disfrutaban desde pequeñitos, sino para el fútbol en general (y a veces para la sociedad).
Me gustaría que esto calase en muchos papás a los que con cantos de sirena adormecen con su sonora música e intentan llevar como a Ulises a puertos que no desean con resultados desagradables.
Papás, dejad que vuestros hijos disfruten jugando con sus amigos donde ELLOS quieran. Cuando sean mayores, si realmente son buenos jugadores, podrán dar el salto a otros equipos de más categoría, pero mientras tanto… que se diviertan.