EL OTRO EQUIPO

 

 

          Tras las vacaciones navideñas todo vuelve a la normalidad, o al menos eso pretendemos, si el tiempo nos deja.

          Después de una primera semana de tranquilidad en los partidos, nos dispusimos a jugar otra jornada más a eso que tanto nos gusta y que llaman fútbol  -balompié en cristiano- y que, como “la Emerenciana”  diría, consiste en que 22 chicos divididos en dos bandos corren en calzoncillos detrás de una pelota para pegarle patadas con el fin de meterla entre tres palos (que no tendrán otra cosa que hacer…), y uno más, vestido diferente, se encarga de juzgar la disputa. Una vez finalizado el encuentro todos tan amigos y hasta la próxima… ¿o no?

          Hay veces que por desgracia, alguno se levanta de la cama con el pie cambiado y parece que no le apetece hacer las cosas de manera que éstas salgan bien. Si es de un equipo, su grupo de trabajo lo notará y saldrá perjudicado, a no ser que su entrenador, ése que está en la banda más vestido que los jugadores y que no deja de vocear, le cambie para compensar las cosas pero… ¿qué pasa si el que se levanta con el pie izquierdo es  el encargado de impartir justicia?  Él no pierde pero puede perjudicar a los otros.

        Si un jugador, entrenador o delegado comete una falta, el juez del partido lo sanciona y, normalmente, se solucionan las cosas; pero, ¿qué pasa si el que comete los errores es el juez?, ¿cómo se puede sancionar al juez si tiene presunción de veracidad?

          No voy a entrar a valorar si un juez da válido un gol o lo anula por fuera de juego errando en su criterio. Es muy difícil arbitrar. Tomar una decisión en menos de un segundo da lugar a equívocos. Más aún si cabe, estos pobres jueces, enjuiciadores, que van a los leones ellos solos y que por una jugada a contrapié fallan en una decisión. No, no voy a valorar a ésos. Quiero señalar a aquellos que por desgana u otras razones que no quiero llegar a entender, quieren ser los protagonistas del espectáculo.

            Un árbitro debe pasar desapercibido. Los verdaderos protagonistas del circo son los jugadores, y el colegiado debe someterse igualmente a las reglas del juego y no intentar vengar una “mala noche” o una mala decisión de sus superiores jerárquicos con los pobres 22 en calzoncillos, o quienes les rodean para conseguir que la función siempre siga –cosa bastante costosa, por otra parte-.  

        ¿Cómo se puede conseguir que dichos “árbitros” sean “separados del servicio”? El problema es la falta de vocación. Y este problema acontece por el comportamiento en los campos de fútbol, sobre todo (no únicamente, pero sí en gran parte) por aquellos que en lugar de ir a pasar un buen rato viendo un partido de fútbol van a desbravarse y a descargar la frustración semanal en la figura sobre todo del árbitro, pobre mortal, que lo único que quiere es practicar un deporte del modo en el que lo hacen los de “su equipo”, juzgando. Ese pobre chico, muchas veces de 14 o 15 años, que está empezando, y al que su padre o quizá su madre también van a ver cómo se divierte, y tiene que escuchar insultos, agravios y ofensas cada vez que alguien piensa que se ha equivocado. Seguro que a veces se equivoca pero, ¿quién no lo hace? Un delantero cuando falla un gol cantado, un defensa cuando despeja mal, un portero que yerra en su intento de atajar el balón y es gol en contra y por eso nadie se acuerda de su padre, madre y demás familia. Pues a un árbitro, más aún en categorías inferiores o de formación (sí, los árbitros también se forman) hay que animarle cuando comete un error en lugar de insultarle. De esa manera, pienso que se formaría cantera, y eso daría lugar a un amplio equipo de árbitros en el que cuando alguien pasa “mala noche” y lo hace mal podría ser “separado del servicio” sin que la competición se viera en peligro por falta de jueces. Ello, sin duda, redundaría en un nivel futbolístico mejor, estoy seguro de ello pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?

            Todos nosotros, la gran familia del fútbol, debemos dar apoyo incondicional a cuantos participan de una manera u otra en este circo; más aún si cabe cuando se falla; criticando sí, pero de manera constructiva, a quien cometa un fallo, sea quien sea y denunciando cualquier desmán que se produzca igualmente por parte de quien sea. Si a un entrenador le cesan en sus funciones por malos resultados, o a un jugador se le relega al banquillo por su mal juego ¿por qué a un árbitro no se le separa del servicio por negligencias o mala praxis? La respuesta ya la he dado: falta de plantilla por falta vocación y una de las principales razones también la he dado: falta educación.

            Intentemos que esa falta de educación sea corregida y así animaremos a que el equipo arbitral aumente en su plantilla y calidad, desbancando a aquellos que solo van a pasar el rato y cobrar (que todos sabemos que los hay).

            Desde estas líneas quiero animar a cuantos han dejado de jugar por una u otra razón, a pasar por el colegio de árbitros y a jugar en ese “otro equipo”. Animo también a todo el mundo a corregir a quien a su lado, cuando está disfrutando de un partido, insulta o menosprecia a los del “tercer equipo” o a cualquiera que está poniendo su esfuerzo para que la función continúe.